Por Tobias Adrian , Ghiath Shabsigh y Ashraf Khan
El papel y los mandatos de los bancos centrales se han vuelto más amplios y más complejos desde la crisis financiera mundial de 2008. El carácter no convencional y la creciente magnitud de las intervenciones (como se observa nuevamente durante la pandemia de COVID-19) los han sometido a un grado de escrutinio mucho mayor. Se requiere más transparencia y rendición de cuentas para mantener el respaldo del público, salvaguardar la independencia e incrementar la eficacia de las políticas.
El FMI ha elaborado un Código de transparencia de los bancos centrales para ayudar a los países miembros a responder a esas exigencias y a fortalecer la confianza en esas instituciones y el respaldo que brindan. Su objetivo es facilitar una comunicación más efectiva entre los bancos centrales y sus diversos interlocutores, reduciendo la incertidumbre y contribuyendo a que se adopten mejores decisiones de política.
Rendición de cuentas y eficacia
La lista de actividades de los bancos centrales es cada vez más extensa. Varios de ellos han asumido la supervisión y otras funciones relativas a la estabilidad financiera, por ejemplo. La transparencia es un instrumento que facilita la rendición de cuentas, al permitir que el público comprenda mejor cómo esas medidas le son beneficiosas y se condicen con los mandatos existentes, lo cual a la larga refuerza su eficacia. Las crecientes responsabilidades y la significativa expansión de los balances han dado lugar a una mayor exigencia para que los bancos centrales expliquen mejor el qué, cómo y por qué de su actividad, algo especialmente importante ya que su independencia está bajo escrutinio en muchos países. En el lenguaje de la banca central, la transparencia y la rendición de cuentas pasan a ser la «garantía real» de su independencia.
El nuevo código forma parte de la estrategia más amplia del FMI con respecto a temas relacionados con la rendición de cuentas y la gestión de gobierno.
Se trata de un código voluntario, que permite a los bancos centrales medir la transparencia en cinco aspectos fundamentales o «pilares»: gestión de gobierno, políticas, operaciones, resultados y relaciones oficiales. Dentro de cada pilar, el código proporciona una lista de prácticas óptimas que abarcan desde lo «básico» hasta lo «integral», y abarcan aspectos fundamentales como la política monetaria o macroprudencial.
Este abanico de prácticas tiene en cuenta la inmensa diversidad que presentan los bancos centrales de los 189 países miembros del FMI en términos de marcos jurídicos, mecanismos de gestión de gobierno y niveles de desarrollo económico y financiero. Cada banco central y sus interlocutores pueden determinar si la transparencia es equilibrada en la práctica y conforme a las circunstancias propias de cada país. Cabe destacar que el código no está concebido como una herramienta de calificación, y evita expresar preferencias o formular recomendaciones acerca del mandato, la configuración institucional o los procedimientos de gestión de gobierno.
El código reconoce que la transparencia no es un objetivo absoluto ni un fin en sí mismo. Los bancos centrales tienen razones legítimas para demorar o denegar la publicación de información sensible para los mercados, consideraciones relativas a la estabilidad financiera y datos personales. La confidencialidad es especialmente pertinente para las intervenciones cambiarias, la gestión de reservas, las decisiones de supervisión sobre determinadas instituciones y el suministro de asistencia de liquidez de emergencia. El código contiene salvedades apropiadas y expone el principio general de que los bancos centrales deben elaborar políticas claras que expliquen y justifiquen los aspectos que están sujetos a normas de confidencialidad.
Diálogo con los interlocutores
La elaboración del código de transparencia implicó amplias consultas con bancos centrales, uniones monetarias e instituciones financieras y organismos normativos. En particular, se recibieron importantes aportaciones de 73 bancos centrales representativos de un variado conjunto de contextos regionales y económicos. Un panel consultivo integrado por eminentes académicos y ex gobernadores sumó su perspectiva y experiencia práctica.
Una de las inquietudes era que el código fuera aplicable a todos los países y diferentes bancos centrales, independientemente de su nivel de ingreso, régimen cambiario o ubicación geográfica. El código fue concebido de forma tal que sus evaluaciones puedan realizarse en su totalidad o en función de un subconjunto de principios y prácticas que mejor se adapten a distintas circunstancias específicas. El personal técnico del FMI puede prestar asistencia en las evaluaciones, que también pueden utilizarse como una herramienta de diagnóstico para el diseño de programas focalizados de fortalecimiento de las capacidades. Para facilitar la implementación, se realizarán varias evaluaciones experimentales en los próximos años.
Los representantes de los países en el Directorio Ejecutivo del FMI elogiaron la flexibilidad y la atención prestada a las circunstancias particulares. En la declaración que emitieron tras la aprobación del código a mediados de julio, los representantes manifestaron que se trata de una «herramienta útil y oportuna para que los bancos centrales orienten sus prácticas de transparencia y fortalezcan la rendición de cuentas, garantizando resultados más eficaces de sus políticas y un diálogo mejor fundamentado con los interlocutores».
El código de transparencia del FMI ha sido elaborado con los bancos centrales y para ellos, y por lo tanto los ayudará a seguir desempeñando sus funciones cruciales de una forma que preserve y fortalezca el respaldo de las partes interesadas y la sociedad en general. Como los bancos centrales se ven nuevamente llamados a intensificar sus acciones, es esencial seguir fomentando la confianza y credibilidad entre los ciudadanos, que son los beneficiarios definitivos de la labor de los bancos.